El quirófano móvil de castración completó 80 cirugías en el barrio Preiss y desde este martes 23 de septiembre estará funcionando en el barrio Ciudad de Catriel hasta el 20 de octubre. Una medida celebrada por los vecinos, pero que expone —otra vez— la ausencia de una política pública seria para enfrentar la sobrepoblación animal en la ciudad.
Los turnos se entregarán este martes 23, de 10 a 12 horas, en el salón comunitario del barrio Ciudad de Catriel. Solo podrán solicitarlos mayores de edad con DNI que acredite domicilio en el lugar. El turno será confirmado luego por mensaje desde el número 299-5560499.
El procedimiento es claro: los perros deben presentarse con collar, correa y, de ser necesario, bozal; los gatos, en jaulas o transportines. Nada de improvisación, porque sin estas medidas básicas el operativo sería un caos.
El problema de fondo
Que se festeje la realización de 80 castraciones en un barrio y el traslado del quirófano a otro sector de la ciudad no es menor. Habla de la voluntad de algunos sectores de contener la problemática, pero también deja al descubierto que Catriel carece de una política integral de control de la población canina y felina.
Mientras tanto, el “crecimiento exponencial” de perros y gatos callejeros avanza:
* Una perra puede quedar embarazada entre 15 y 20 veces en su vida.
* La falta de esterilización multiplica camadas indeseadas.
* El abandono, cada vez más frecuente, llena las calles de animales sin cuidado.
Las consecuencias están a la vista: proliferan los perros sueltos que ponen en riesgo la seguridad vial, aumentan las enfermedades zoonóticas y se multiplica el sufrimiento animal. A la par, el impacto ambiental tampoco es menor: en distintas regiones del país los perros asilvestrados ya depredan fauna nativa y hasta ganado.
Campañas: necesarias, pero insuficientes
Las campañas de castración son bienvenidas, pero no dejan de ser un parche paliativo. Una solución definitiva exigiría un plan sostenido que incluya: tenencia responsable, identificación obligatoria de mascotas, apoyo a refugios y una fuerte campaña de adopción.
El Estado municipal, más allá de estos operativos aislados, se mantiene al margen de una discusión de fondo. Y mientras tanto, el problema sigue creciendo.
Porque la verdad incómoda es esta: en Catriel no hay una política seria para el control de la población animal. Y sin ella, ni el quirófano móvil ni las campañas voluntarias alcanzarán para frenar el desborde que ya golpea a la ciudad.










