La intendenta Daniela Salzotto volvió a poner en agenda un reclamo que es tan viejo como urgente: el estado calamitoso de la ruta que atraviesa la zona y que, en los últimos años, se ha cobrado vidas que hoy son parte de un lamento colectivo.
En un nuevo encuentro en el municipio con representantes de Vialidad Nacional —Juan Manuel Román, jefe de Mantenimiento; Bruno Tonietti, responsable de la Zona Campamento General Roca; y el secretario de Servicios Públicos, Pedro Suárez— se confirmó el inicio inmediato de tareas de conservación de banquinas y limpieza, además de la instalación de un campamento en la región para dar continuidad a las acciones.
Sin embargo, más allá de lo conseguido por la gestión municipal, lo cierto es que el anuncio no logra despejar la preocupación de la comunidad. El mantenimiento es apenas un paliativo en una ruta destruida, donde cada viaje se convierte en una ruleta rusa, especialmente para quienes a diario transitan por motivos laborales vinculados a la actividad hidrocarburífera y deben trasladarse hacia distintos puntos del Alto Valle.
No se trata solo de baches o banquinas sucias: es un trazado colapsado, incapaz de dar respuestas a la densidad del tránsito pesado, a la velocidad de los tiempos productivos y, sobre todo, a la urgencia de la vida humana. Cada accidente fatal es el recordatorio de un abandono que ya no puede justificarse con promesas o intervenciones superficiales.
El mantenimiento anunciado puede mejorar la superficie y despejar la vista, pero no resuelve el fondo del problema. La deuda sigue siendo estructural: una nueva ruta, segura y adaptada a las necesidades reales de la región. Hasta que eso no suceda, cualquier gesto será apenas eso: un gesto, que lejos está de brindar tranquilidad a quienes día tras día se juegan la vida en el asfalto.
