Por Atilio Borón.- Mi reflexión sobre un tema cada vez más decisivo: el papel de los medios en la destrucción de la democracia
Desde los tiempos en que se discutía la “transición democrática” en una Latinoamérica liberada ya de las dictaduras militares que asolaron la región -es decir, en la década de los ochenta-, siempre hubo quienes sosteníamos que sin una auténtica democracia en el sistema de medios de comunicación de masas (recordar que aún estábamos a dos décadas de la aparición de las “redes sociales”) la democracia como sistema político estaría seriamente menoscabada. En otras palabras, si en el universo de los medios predomina una oligarquía: es decir, la “antidemocracia”, en el terreno de la gran política no podrá haber sino una “democracia de baja intensidad” o, en el peor de los casos, una “democradura.”
Y esto es lo que hoy tenemos en la Argentina: medios al servicio del bloque en el poder y sus esperpénticos representantes en el aparato estatal, que no sólo llegaron al Gobierno para destruir desde dentro al Estado -según la estúpida confesión del presidente, propia de un ignorante- sino que en el ejercicio de su gestión practican un constante atropello a la institucionalidad republicana, la división de poderes y al imperio de la Constitución y las leyes. En su desenfreno han convertido al Congreso y los poderes provinciales en un hediondo mercado de compraventa de votos y favores, todo realizado con el mayor descaro y sin que los severos custodios de la democracia y la República, tan activos en épocas del kirchnerismo, emitan sonido alguno. Al contrario, se hacen los distraídos y los medios y sus publicistas repiten las mentiras del Gobierno con total impunidad. Por ejemplo, hablando maravillas del “equilibrio fiscal” logrado por el Gobierno nacional y haciendo caso omiso de que esa ficción se logró gracias al despotismo de un Gobierno que deshonró sus compromisos, incumple con pagos y transferencias acordadas, se maneja con un presupuesto absolutamente anacrónico pues fue elaborado en el 2023, paraliza obras públicas imprescindibles para el bienestar y la seguridad de los habitantes, se niega a ajustar los haberes jubilatorios, se solaza en anunciar despidos en el sector público y privado y, fiel a su servilismo colonial, pone bandera de remate en todo el país al paso que alimenta sin pausa las fenomenales ganancias que la “bicicleta financiera” genera para los especuladores, re-editando una política que en el pasado condujo a este país a unas crisis de fenomenales dimensiones. Para los medios hegemónicos, representantes de la minoría que se enriquece con las políticas de Milei, está todo bien; solo les molesta, un poquitín, los malos modales y las groserías del Presidente. Pero en lo que hace a sus políticas de fondo: expropiar a los pobres y “agrandar el bolsillo de los ricos”, como dijo el Presidente, el acuerdo y el respaldo al régimen mileísta es total.


Medios que no solo mienten; también ocultan, o minimizan noticias que deberían recibir mucha más atención. Por ejemplo, el tremendo fiasco de esta décima -sí, tal cual se lee, décima- visita del presidente Milei a Estados Unidos, en su desesperada búsqueda de la foto con Donald Trump, fue ninguneada por Clarín, que no la puso en portada y se limitó a asignarle poco más de media plana, en la página 10, a la noticia. La Nación le dedicó un minúsculo espacio en el ángulo inferior derecho de su portada, remitiendo al lector a una pequeña nota en la página 17. Infobae, el periódico online, simplemente ignoró la noticia. Página/12, en cambio, la puso en su tapa y le dedicó una nota editorial a cargo de Luis Bruschtein y un breve informe en la página 4 con el sugestivo título “Volver de Miami sin foto ni reunión.”

Este es tan solo un ejemplo de una obra que podría titularse “Los medios hegemónicos contra la democracia” porque mienten, ocultan y difaman no solo en la Argentina sino en casi todo el mundo. Se han convertido en poderes inmensos, fortalecidos con sus ejércitos de trolls y bots, y han perfeccionado las (malas) artes que les permiten, vía los algoritmos, manipular las conciencias y los corazones de la población. Compilar las mentiras que han dicho los medios en la Argentina sería una tarea de años, y sus resultados ocuparían tantos volúmenes como la Enciclopedia Británica.
Harold Pinter, dramaturgo, poeta, actor y activista político inglés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2005, dijo poco después de ser laureado que “la política exterior de Estados Unidos se define mejor de la siguiente manera: bésame el trasero o te patearé la cabeza.” Ya sabemos cuál es la opción preferida por los Milei, Noboa, Boluarte y otros políticos de su misma ralea. Y logra imponerse -sigue Pinter- porque el imperio “posee estructuras de desinformación, uso de la retórica, distorsión del lenguaje, que son muy persuasivas, pero en realidad son una sarta de mentiras. Es una propaganda muy exitosa. Tienen el dinero, tienen la tecnología, tienen todos los medios para salirse con la suya, y lo hacen”.
Los tentáculos de esas estructuras de desinformación cubren todo el planeta. Por eso, una de las tareas más urgentes, en Latinoamérica y el Caribe tanto como en Estados Unidos y en Europa, es aprobar una legislación que ponga fin a las oligarquías mediáticas, incompatibles con la promesa esencial de la democracia que no es otra que la de crear sociedades más justas y garantizar una vida plena, en lo espiritual y en lo material, para toda la población.
Fuente: https://atilioboron.com.ar/los-medios-contra-la-democracia/
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