Es para “rollear” las obligaciones previstas para 2026, que superan los U$S 19 mil millones. El apoyo de EE UU, clave para sacarse de encima los vencimientos más próximos.
(Por Marcelo Di Bari para Tiempo Argentino).- El apoyo que consiguió Javier Milei en las elecciones del 26 de octubre parece haber cambiado el ánimo libertario y también de los inversores. Las acciones y los bonos subieron y el riesgo país se diluyó hasta volver al rango de los 600 puntos.
Con ese respaldo detrás suyo, en el equipo económico vuelven a pensar en un viejo proyecto: volver a emitir deuda en dólares el año próximo, rompiendo con un aislamiento que data de 2017, durante la gestión de Mauricio Macri.
La idea de conseguir dólares a través de la emisión de nuevos títulos para «rollear» los que están en circulación siempre estuvo rondando en las más altas esferas del Palacio de Hacienda. En un principio la idea era regresar a los mercados internacionales en la segunda mitad de 2025. El naufragio del programa original, que necesitó de dos salvatajes en apenas seis meses (primero por parte del Fondo Monetario Internacional, luego del Tesoro de los Estados Unidos), dejó esos planes de lado. Pero el rotundo cambio de ánimos generado por la nueva situación política hizo renacer este proyecto.
La posibilidad fue admitida por el propio Milei en una entrevista que otorgó al Financial Times, durante su gira por Estados Unidos. Allí se manifestó “optimista” sobre la chance de volver a lanzar bonos al mercado el año próximo.
“Creo que en 2026 Argentina estará en el mercado. Y la línea de swap (con Estados Unidos) cubrirá la posición de liquidez de Argentina si no puede refinanciar sus deudas. Es decir, Argentina no entrará en default. Nuestro compromiso con el pago de la deuda es inquebrantable”, sostuvo durante el reportaje.
La necesidad de hacerse con dólares para el próximo año surge con toda nitidez cuando se revisa el calendario de vencimientos. Según la recopilación que hizo la sociedad de bolsa Aurum Valores, el paquete de bonos (Globales y Bonares), préstamos del FMI y de otros organismos internacionales más los Bopreales del Banco Central suman unos U$S 19.400 millones. Los montos podrían ser incluso superiores en los años siguientes. Según los datos oficiales de la Secretaría de Finanzas a septiembre de 2026, de los U$S 451.000 millones de deuda, el 56% está en dólares, euros o Degs, la moneda virtual del FMI que está atada a la cotización de una cesta de divisas de varios países.
Obstinación y necesidad
Este panorama hace más incomprensible la desidia rayana en la obstinación con la que el gobierno se negó a acumular reservas durante el primer semestre de este año, cuando las liquidaciones del sector agroexportador eran abundantes. El viernes, en una reunión con inversores en Estados Unidos (adonde acompañó al Presidente), Luis Caputo habría admitido la necesidad de cambiar de rumbo. Según la agencia Bloomberg, el ministro de Economía habría adelantado que a partir de ahora el gobierno buscará atesorar divisas.
En el mismo encuentro, Caputo habría adelantado también la puesta en marcha del plan Deuda por Educación, que había anunciado el canciller Pablo Quirno cuando todavía formaba parte del equipo de Economía. Tal como anticipó Tiempo en ese momento, el plan de recompra de deuda apunta, más que a reunir fondos para programas educativos (aprovechando la diferencia entre el valor nominal y el de mercado al que se pactarían las operaciones), a sacar de circulación los bonos GD 29 y GD 30, que tienen amortizaciones más inmediatas y por eso requieren mayor esfuerzo en los próximos años, ya que los GD 35 y los más largos recién requerirán pagos de capital a partir de 2031.
Para poder concretar ese proyecto, el gobierno necesita dinero “cash”, para lo cual se barajan dos alternativas: activar el swap con Estados Unidos o bien cerrar el préstamo de U$S 20.000 millones con bancos privados que el secretario del Tesoro de ese país, Scott Bessent, viene alentando.
Las negociaciones en ese sentido todavía marchan bastante lentas por una cuestión de garantías: los bancos quieren asegurarse de que en caso de dificultades Bessent asuma la responsabilidad por un eventual impago argentino. De lo contrario, quedarían a la saga del Fondo Monetario Internacional, que en su rol de acreedor privilegiado que le confiere el orden financiero global sería el primero en cobrar y posiblemente el único.
Uno de los bancos involucrados en esa operación es el JP Morgan, el mismo que esta semana organizó la reunión de Caputo con inversores en Nueva York. Su CEO, Jamie Dimon, estuvo hace pocos días en Buenos Aires, en una reunión corporativa en la que participaron los principales ejecutivos de la entidad en todo el planeta. Esta semana, Dimon dijo que el préstamo en gestión “podría no ser necesario” porque “hay alrededor de U$S 100 mil millones de capital extranjero que podrían regresar a Argentina; hay grandes empresas que quieren invertir allí ahora”.
Semejantes números contrastan con la falta de liquidez del gobierno argentino. Más que nunca, todos esos planes dependen pura y exclusivamente del apoyo de los Estados Unidos. «
Las bandas cambiarias se tocan, pero siguen
Los inversores internacionales ante los que tantas horas de exposición dedican el presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo presionan para que las bandas cambiarias sean reemplazadas por un mecanismo de libre flotación.
“Recomiendo dejar flotar el peso si quieren romper el ciclo de auge y caída. Los inversores extranjeros no invertiremos en activos locales a estos niveles de tipo de cambio. Punto final”, dijo ante la prensa Pramol Dhawan, uno de los principales ejecutivos de Pimco, uno de los fondos que salió más escaldado de las devaluaciones macristas de 2019 y del posterior cepo cambiario.
En el gobierno dicen que el esquema se mantendrá, aunque Caputo admitió en su reunión con financistas que podría hacerse algún retoque para darle mayor amplitud al ensanchamiento de las bandas, que hoy se realizan al 1% mensual y podrían hacerse a una velocidad mayor, por ejemplo de 1,5% por mes. En la City afirman que con el dólar tan cerca del techo, el sistema actual se parece mucho al «crawling peg» que regía hasta hace algunos meses y que esto redundaría en una nueva fase de apreciación del peso.










