(Xinhua).– El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó el lunes otra amenaza contra China, al exigirle que abandone sus contramedidas o, de lo contrario, se enfrentará a una nueva ronda de subidas de aranceles.
La clara extorsión sin duda pone de relieve el comportamiento hegemónico de Washington. Y es totalmente absurda la lógica subyacente de Estados Unidos en el sentido de que “yo puedo golpearte a mi antojo y no debes responder, sino que debes rendirte incondicionalmente”.
Esto no es diplomacia. Es una coerción directa disfrazada de política. La postura de Washington refleja una peligrosa forma de intimidación económica que va en contra de los principios de igualdad soberana y respeto mutuo.
China ha dejado clara su postura: “No provocamos problemas, ni nos dejamos intimidar por ellos. Presionar y amenazar no es la forma correcta de tratar con China”.
La amenaza estadounidense de aumentar los aranceles a China es un grave error que se suma a otro ya existente. China se opone firmemente a esta medida. Si Washington se empeña en seguir este camino equivocado, China no dudará en responder del mismo modo.
De hecho, apaciguar a un matón solo envalentona nuevas agresiones. No hay más que ver cómo respondió Trump a la petición de la UE de mantener conversaciones para rebajar los aranceles: se negó a hacerlo “a menos que nos paguen mucho dinero al año, en primer lugar por el presente, pero también por el pasado”.
En pocas palabras, la guerra comercial de la Administración Trump, lanzada bajo el disfraz de la “equidad” y la “reciprocidad”, es, en esencia, un juego de suma cero impulsado por el “Estados Unidos primero” y el “excepcionalismo estadounidense”.
Los políticos en Washington deben ser conscientes de que ejercer máxima presión sobre China no servirá de nada. China se mantendrá firme en la adopción de medidas decididas para salvaguardar su soberanía, seguridad e intereses de desarrollo. El único camino viable para resolver las diferencias es el diálogo en pie de igualdad basado en el respeto mutuo.
