Un nuevo ataque de un perro suelto volvió a encender la alarma en Catriel. Una vecina denunció que un perro grande atacó y mató al pequeño can de su hija en plena plaza “La Soñada”: “La nena estaba jugando con su perrito y la perra de la nada lo agarró del lomo y lo zamarreó como un trapo. Llegó al veterinario, pero falleció”, relató indignada. El animal agresor, además, tiene dueño.
Este hecho no es aislado. Hace años que los perros en libertad representan un riesgo constante para niños, transeúntes, ciclistas y motociclistas, y la ciudad no ha encontrado una respuesta efectiva. Las campañas de castración gratuita, esporádicas y voluntarias, no alcanzan para controlar un problema que se reproduce por la irresponsabilidad de algunos dueños y la ausencia de políticas públicas sostenidas.
Mientras tanto, los vecinos intentan cubrir el vacío del Estado: colocan agua y alimento en las veredas para que los perros callejeros no mueran de hambre. El voluntariado animal, que rescata y busca hogares para cachorros abandonados, enfrenta diariamente una lucha silenciosa contra la indiferencia oficial.
El problema es tan evidente que incluso un intendente, médico veterinario de profesión, prometió en campaña soluciones efectivas, pero su gestión dejó la situación intacta. Ni educación, ni controles, ni sanciones: la realidad sigue siendo la misma.
En la vecina localidad de 25 de Mayo, en cambio, se sancionó una ordenanza que castiga económicamente a quienes permiten que sus perros circulen sin correa ni bozal, aunque los resultados aún sean limitados. Catriel, en cambio, sigue acumulando incidentes y tragedias evitables.
La mujer que denunció el ataque lanzó un mensaje contundente: “No sé qué crianza les habrán dado a esos animales, pero no los podés tener sueltos frente a una plaza llena de niños. Si hubiera sido un chico en vez de un perro, hoy estaríamos hablando de otra tragedia”.

Catriel demuestra, una vez más, que la inacción del Estado tiene costos concretos y dolorosos. Cada perro suelto en la calle no solo es un riesgo para los vecinos, sino un testimonio de la indiferencia municipal, de la falta de planificación y de la imposibilidad de proteger a los ciudadanos más vulnerables. Hasta que no haya políticas claras y sostenidas, la tragedia seguirá siendo parte del paisaje.