Fuerte reclamo popular exige el cambio de carátula en la causa por la tragedia de Ruta 22
Catriel volvió a ponerse de pie. No por fiesta, no por celebración: por dolor. Por la impotencia acumulada en una comunidad que, una semana después del trágico accidente en Ruta 22 que le arrebató la vida a la doctora Liliana Cocuzza y a tres de sus familiares, salió masivamente a la calle para exigir lo que parece siempre esquivo: justicia real, efectiva, y un cambio urgente de carátula en la causa.
Desde las 19, la Avenida San Martín se convirtió en un río de vecinos que avanzó en silencio, con carteles, velas, lágrimas y una convicción firme: Catriel no piensa dejar que esta tragedia quede archivada como una más en las estadísticas del abandono vial argentino. La presencia de la intendenta junto a la familia y al único sobreviviente, José Pastor Gutiérrez, dio cuenta de una situación que trascendió lo privado para transformarse en una demanda colectiva.
Pastor tomó el micrófono entre aplausos y silencio. Su voz quebrada fue la síntesis del sentimiento de una ciudad entera:
“Lo único que pido es justicia. Porque esto siempre tarda… tarda. Perdimos vidas queridas, y no pasa nada. Las rutas están como están, hechas un desastre, y la gente sigue muriendo. Los que sufren son los que quedamos acá.”
El hombre, que perdió a su esposa, a sus nietitos y a un pedazo irremplazable de su vida familiar, agradeció a la comunidad, a la intendenta, a los compañeros de trabajo y hasta al Gobernador, pero volvió a insistir sin rodeos:
“Quiero justicia. Nada más. No podemos permitir que esto siga así.”
A cada palabra suya, la respuesta era inmediata: aplausos, llanto contenido, y el murmullo repetido que se volvió consigna:
“¡Queremos el cambio de carátula ya!”
La familia Cocuzza, devastada, no estuvo sola. Detrás de Pastor, una columna de vecinos que ocupó más de una cuadra avanzó por San Martín, cruzó frente al Banco Nación y siguió hacia Entre Ríos. Personal de Tránsito acompañó el recorrido mientras la marcha se extendía, firme y ordenada.
La comunidad habló claro:
No se trató de un accidente más. No fue un hecho aislado. Fue una consecuencia.
Consecuencia de rutas desmanteladas, de controles insuficientes, de un sistema que naturaliza la tragedia y se alarma solo cuando las vidas perdidas tienen nombre propio en la ciudad.
Una vecina lo sintetizó en voz alta mientras caminaba:
“No vamos a permitir que nos sigan avasallando. No es solo por Lili, es por todos.”
Hoy Catriel dejó un mensaje que no admite interpretaciones:
se exige justicia, se exige acción, y se exige que la causa sea recaratulada para reflejar la verdadera gravedad de lo ocurrido.
Cuando la marcha llegó a la estación de servicio, ya no quedaban dudas:
Catriel no está dispuesta a permitir el olvido.
Catriel eligió caminar unida.
Catriel eligió no callarse.
Porque cuando el dolor se transforma en comunidad, el reclamo deja de ser un pedido y se convierte en una obligación moral para quienes deben dar respuestas.
La ciudad habló. Ahora la Justicia tiene la palabra.

















