Hay noches que se vuelven historia. No por los reflectores, ni por las luces de colores, sino por el corazón que las sostiene detrás de cada puerta que se abre al ritmo de una canción. Así es “La Máquina Bailable”, el mítico boliche de Catriel que cumple 25 años, y cuya dueña, Nancy Noemí Poblet, celebra con la emoción intacta, como aquella primera vez que levantó las persianas de un lugar que hoy es parte de la memoria colectiva de la ciudad.
“Sí, son las bodas de plata y vamos a festejar dentro de nuestras posibilidades”, dice Nancy, con la humildad de quien sabe que los grandes sueños se construyen paso a paso. La celebración será el 6 de diciembre, con premios, torta, música en vivo —de la mano de Juliana, una joven que cantará por primera vez en el local—, gorras y remeras con el logo de “La Máquina”. Pero, sobre todo, con el calor de su gente: “Lo que quiero es que me acompañen desde temprano, desde la una de la mañana. Esa noche quiero compartir con todos los que estuvieron conmigo en estos 25 años”.
Nancy recuerda cómo empezó todo: “*Eso era un cabaret, el cabaret de Coiro. Lo cerró y al fin de semana siguiente abrí yo. Me costó mucho que la gente me conociera y transformar el lugar en un bailable, pero lo fui llevando. Me gané el cariño y el respeto del pueblo*”.
Detrás de cada sábado de música y risas hay una historia de esfuerzo. La pandemia, confiesa, fue uno de los momentos más duros. “Fue el primer rubro que se cerró y el último en abrir. Pero seguí pagando todo, porque no podía rendirme. Si no hubiera sido por la ayuda de Julián Centelles, el dueño del lugar, no sé si habría podido volver a abrir”.
Y volvió. Porque “La Máquina” no es solo un boliche: es un refugio de recuerdos, de encuentros y reencuentros. Muchos matrimonios se conocieron ahí, muchos chicos festejaron su viaje de egresados, muchos padres hoy bailan donde alguna vez lo hicieron sus hijos. “Han ido matrimonios que se conocieron en La Máquina y hoy vuelven con sus hijos de veinte años. Eso me emociona mucho”, cuenta Nancy, con la voz entrecortada.
Su historia también está marcada por la solidaridad. “Acompañé a muchos chicos de quinto año con sus fiestas. Los guiaba, los ayudaba, y me llenaba de orgullo verlos crecer. La Máquina también fue un lugar para eso, para compartir, para ayudar”.
En estos 25 años, “La Máquina Bailable” ha tenido sus fieles compañeros: “Tengo gente que me acompaña desde siempre. Leo Casio, que está conmigo desde el principio; Ivana Teco, mi mano derecha y mi amiga; María Eugenia, y por supuesto la policía, que me ayuda con el orden. Es un lugar muy tranquilo, no hay peleas. Y el que pelea, no entra más”, dice Nancy, con la firmeza de quien sabe que la alegría también necesita cuidado.
Ya jubilada, Nancy decidió abrir solo los sábados. “Ahora lo quiero más light, confiesa entre risas. Pero sigue disfrutando de cada noche, de cada saludo, de cada abrazo. “Conozco gente nueva todos los fines de semana, y sigo sintiendo esa satisfacción de ver a todos disfrutar. No me veo sin el boliche, la verdad”.
Quizás por eso “La Máquina Bailable” es mucho más que un lugar: es parte de la identidad de Catriel. En cada sábado hay algo del alma de su dueña, en cada canción un pedacito de historia, y en cada sonrisa una promesa de seguir bailando, aunque pasen los años.
“Lo poquito que me ha podido dar el pueblo, me lo ha dado Catriel. Y yo lo voy a valorar toda la vida. Y lo voy a amar toda la vida”, dice Nancy, y uno entiende que esas palabras no son solo una declaración, sino una historia de amor que sigue girando, como una pista que nunca se apaga.
Porque “La Máquina Bailable” no solo cumple 25 años. Cumple 25 años de abrazar a su gente, de resistir, de soñar y de seguir haciendo bailar a Catriel.
Y eso, sin dudas, merece celebrarse.









