Si alguien pensaba que la motosierra y las cadenas de Javier Milei iban a asustar a los mercados, hoy quedó claro lo contrario: el “superministro” Luis “Toto” Caputo se fumó casi 400 millones de dólares en un par de horas, dejó al Tesoro prácticamente seco en el Banco Central y ni así logró calmar al dólar, que trepó arriba de los $1.500 y forzó a bancos como el Galicia a desconectar su homebanking en pleno ataque de pánico financiero.
Lo grave no es solo el número obsceno de reservas que se esfumaron. Lo grave es que la corrida se produce después de tres cachetazos seguidos en el Congreso, donde Milei vio cómo sus vetos eran triturados y sus enemigos políticos se dieron el lujo de redirigirle plata a universidades, provincias y al Garrahan. Traducido: el Presidente perdió poder en la política y ahora pierde plata en la economía. Combo explosivo.
El desplome de bonos y acciones, con el riesgo país escalando a 1.453 puntos, fue apenas el decorado de un derrumbe más profundo: el de la credibilidad. Porque ya no se trata de si hay dólares o no en el Central, sino de si alguien cree todavía que Caputo sabe lo que hace. Ni siquiera las sociedades de Bolsa amigas del Gobierno se salvaron: Napoli Hermanos y Balanza —esta última donde trabaja el hijo de Caputo— tuvieron que reconocer pérdidas gigantescas. El rojo les llegó a casa.
Para completar el cuadro, el propio ministro eligió victimizarse con un posteo delirante antes de que abriera el mercado, acusando al Congreso de querer “voltear” a Milei. Conspiraciones, golpes imaginarios y el viejo truco de echarle la culpa a todos menos a uno mismo. Mientras tanto, los dólares vuelan, la gente corre a cubrirse y los bancos se desconectan para no tener que vender divisas a un precio de ciencia ficción.
El problema es que el Gobierno ya no tiene excusas. El blindaje prometido se evaporó, el mercado le marcó la cancha, la política lo pasó por arriba y la realidad se encargó de ponerle un techo a la fantasía libertaria. Caputo creyó que con 400 millones podía comprar tiempo; lo único que compró fue la confirmación de que este plan económico es, en el mejor de los casos, humo caro.










